La continuidad operativa es hoy una de las condiciones esenciales para el mundo bancario, financiero y asegurador. Una interrupción prolongada o un ciberataque que detenga los servicios digitales, incluso durante un breve periodo, no solo genera pérdidas económicas inmediatas, sino que también compromete la confianza de los clientes y abre la puerta a consecuencias regulatorias, reputacionales y de mercado.
Según datos de IBM 2023, el coste medio de una interrupción operativa en el sector financiero supera los 5,9 millones de dólares, frente a una media global de 4,45 millones. Pero más allá de la cifra económica, la verdadera criticidad es la erosión de la confianza, que en el mercado financiero es un elemento imprescindible.
En este escenario se enmarca el Digital Operational Resilience Act (DORA), un reglamento europeo que, por primera vez, establece claramente que la resiliencia operativa y la Continuidad de Negocio no son una opción, sino una obligación normativa.
El reglamento DORA, en vigor desde enero de 2023, alcanza en 2025 su plena aplicación normativa.
El objetivo de DORA es claro: hacer que el sector financiero europeo sea capaz de resistir, reaccionar y recuperarse ante cualquier forma de interrupción digital.
Los puntos clave son los siguientes:
Lo que a menudo se subestima es que DORA no se limita al cumplimiento normativo: obliga a las organizaciones a un cambio de paradigma, pasando de un enfoque reactivo a una cultura de resiliencia proactiva y medible.
Durante mucho tiempo, la Continuidad de Negocio se percibió como una simple lista de verificación: procedimientos de emergencia, planes de recuperación ante desastres y, tal vez, algunas pruebas periódicas. Con DORA, sin embargo, se convierte en el corazón de la resiliencia digital, introduciendo nuevas obligaciones pero también nuevas estrategias para garantizar la Continuidad de Negocio:
En otras palabras, el cumplimiento no es solo una obligación normativa, sino una condición imprescindible para ser creíble y competitivo en el mercado.
Muchos bancos e instituciones financieras siguen anclados a procesos manuales y fragmentados que no solo ralentizan las operaciones, sino que también impiden tener una visión clara y actualizada de su ecosistema.
El mapeo de activos, aplicaciones y dependencias suele ser incompleto u obsoleto, creando zonas oscuras donde pueden esconderse riesgos “fantasma”.
Este enfoque ralentiza la respuesta en caso de incidente y dificulta anticipar o gestionar escenarios de crisis.
Además, la resiliencia se aborda a menudo con una visión parcial: las funciones de TI se centran en la disponibilidad de los sistemas, mientras que el negocio se centra en la continuidad operativa, sin un lenguaje común ni un modelo integrado que unifique ambas perspectivas. Este enfoque en silos limita la capacidad de coordinación e impide evaluar de forma realista el impacto de una interrupción en toda la cadena de valor.
Por último, el cumplimiento se vive a menudo como un mero trámite formal. Muchas instituciones se preocupan principalmente por demostrar a las autoridades de supervisión que cumplen las normas, sin transformar los requisitos normativos en palancas concretas de mejora organizativa. Así, el riesgo es tener una resiliencia “de fachada”, que evita sanciones pero no garantiza una verdadera capacidad de resistir y recuperarse frente a eventos críticos.
Este enfoque puede satisfacer a los reguladores en el corto plazo, pero no ofrece ninguna garantía al mercado.
El verdadero salto cualitativo se logra cuando la Continuidad de Negocio deja de percibirse como un coste o una simple obligación normativa y pasa a reconocerse como una palanca estratégica de competitividad.
En esta perspectiva, el enfoque basado en datos adquiere un papel central, donde los modelos basados en digital twin permiten simular escenarios de crisis y planificar acciones de mitigación basadas en datos concretos y verificables.
A esto se suma la capacidad de realizar análisis what-if, es decir, simulaciones en tiempo real del impacto que las amenazas y vulnerabilidades podrían tener sobre los procesos más críticos.
De esta forma se hace posible gestionar las interrupciones de manera proactiva, anticipando escenarios y consecuencias potenciales y transformando la incertidumbre en conciencia operativa concreta.
Otro elemento clave es la cross-visibility, es decir, la visión integrada de TI, OT e IoT, indispensable para gestionar de manera coherente infraestructuras bancarias complejas, compuestas por diversos dominios tecnológicos y numerosos dispositivos distribuidos en amplios territorios (basta pensar en la red de cajeros automáticos, dispositivos POS y sistemas de pago en la nube).
Sin una verdadera perspectiva unitaria, cualquier esfuerzo de resiliencia corre el riesgo de quedar fragmentado e ineficaz.
Finalmente, la capacidad de producir pruebas documentables se convierte en una ventaja competitiva no solo en auditorías, sino también frente a los stakeholders del mercado. Demostrar la solidez y fiabilidad de la continuidad operativa refuerza la confianza de clientes, socios e inversores, transformando la resiliencia en un verdadero activo de valor y reputación.
Quien adopte este enfoque convertirá el cumplimiento en un sello de fiabilidad reconocido, reforzando su reputación y la confianza de los inversores.
DORA no es solo una normativa, sino una oportunidad para redefinir los cimientos de la confianza en el sector financiero europeo.
Los bancos, instituciones financieras y compañías de seguros que se limiten a “marcar casillas” corren el riesgo de seguir siendo vulnerables y poco creíbles, aunque respeten formalmente las normas.
En cambio, quienes inviertan en una Continuidad de Negocio real y evolucionada, integrada y medible, lograrán un posicionamiento único: ser percibidos como fiables, resilientes y competitivos en un mercado cada vez más saturado y selectivo.
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